Caminaba con un amigo, entrando a la plancha del Zocalo, mi cartulina enrollada; él ya había dado un par de abrazos al bajar del camión, unas niñas alcanzaron a leer su cartel y pidieron sus abrazos.
Aún dudaba un poco, no estaba muy seguro de si funcionaría, no estaba seguro de qué esperar. Pero él estaba detras de mí apoyandome -anda, no seas marica- dijo como si viera el miedo en mi caminar. Qué más da-pensé, a fin de cuentas lo iba a terminar haciendo; abrí mi cartel y lo levanté sobre mi cabeza, con una gran sonrisa que reflejaba entre miedo y emoción. Al inicio sólo noté las miradas de las personas que se asustaron un poco -Ese está loco- habrán pensado; bajé mi cartel unas 3 veces, pero de repente esa señora se acercó, de la mano de un niño de unos 4 años, la señora mayor de 70 me abrazó sin preguntar, caluroso, lento, parecía eterno, lleno de cariño y energía, como si la que estuviera regalando abrazos fuera ella.
Y así…lo demás fue muy facil.