Entre ráfagas de fuego, fuertes vientos,
sobreexposición de colores y luces,
entre todo y todos la encontró.
Ella a él, más bien.
No sabía qué habría que hacer,
no conocía su vida, ni su futuro.
No conocía nada más que
su sonrisa pálida y mirada perdida.
Pero helos ahí, mirándose, hablándose.
Pidiéndole la una al otro que la bese
suplicándole que entre en su vida.
Que se atreva a ser parte de él.
Mas cómo atreverse si era de otra vida,
cómo entrar si aún no salía.
Cómo se atrevió a pedirlo si él lo sabía.
Descaro sin duda, cinismo, confianza
en el futuro, en lo que es, en lo que sería.
Noches y días enteros pasaron
pensando uno en la otra,
soñando despiertos, viviendo en sueños
la realidad mágica que esperaban encontrar.
Míralos hoy día, despiertos, de la mano,
caminando hacia adelante, frente en alto.
Es la unión de los astros. Quién diría
que juntos iban a ir, que la iba a iluminar.
Quién diría que serían uno mismo,
que tanta belleza irradiarían,
después de lo temido por todos…
helos ahí.
Esperé, de verdad que lo hice,
esperé y no te vi llegar,
esperé y no te volví a ver.
No te preocupes, déjame aquí
estoy acostumbrado a esperar,
soy un gran paciente; eso fui.
Te prometo que esperé
vi el Sol marcharse,
vi la Luna llegar y otra vez.
Los días, las noches iban, venían,
y yo seguía aquí, donde me quedé
a esperarte en vigilia.
Qué iba a saber que no volverías,
qué iba yo a saber, si prometiste
no abandonarme; que regresarías.
Sigo viendo al horizonte
esperando tu regreso
de entre ríos, valles, montes.
Y no me fui, lo prometí.
Prometí esperarte hasta el final
y no moverme sin ti.
Mas siguen pasando los días,
los soles, las lunas, la gente,
todos se van y tú no regresas.
Hoy me voy, pero no sin ti;
te llevo conmigo, aquí dentro
te llevo. Así lo prometí.
Qué ganas de correr, tropezarme con tu amor y caer en tus labios.
Cuando todo parece salir mal, cuando nada parece ir bien, haz algo por mejorar.
Quizá no notes el cambio en el mundo. Pero te apuesto que alguien notará el cambio en ti.
Intranquila ella mira el cielo nocturno,
impaciente espera un pequeño resplandor.
Abre bien los ojos, esperando verlas brillar
tan sólo una, o dos, o todas ellas brillar.
Su pie, ansioso golpea repetidamente el suelo
como si a la menor prueba de luz en lo alto,
fuera a dar un salto desde su cuarto hasta el cielo.
Pero no lo hará, no saltará ni saldrá por la ventana.
Nerviosa, analiza cada centímetro de la inmensidad,
no ve nada la pobre, espera y espera, espera
algo que no va a pasar. Estará ahí parada
asomándose por la ventana toda la noche.
Pobre pequeña de ojos inmensos,
no pierde la esperanza de ver brillar el cielo,
no pierde la ilusión de que un lucero ilumine su rostro.
No se ha dado cuenta de que no hay estrellas en lo alto
porque todas ellas están en el interior de su mirada,
no se ha percatado de que el brillo de mil luceros
ilumina su vida y su camino todas las mañanas.
Pobre pequeña de ojos hinchados,
no se ha dado cuenta de que no necesita asomarse
a su ventana para ver la belleza de los resplandores
en el cielo oscuro y desolado. Pobre pequeña.
No se ha dado cuenta de que no hay luces en lo alto
porque ella es dueña de aquellos mil luceros.
No se ha dado cuenta de que con verse en su espejo,
sin saltar, encuentra a sus estrellas.
El arte no morirá mientras haya alguien que haga malavares en cruceros, que baile frente al espejo, que cante en el baño, que pinte en la pared o escriba en servilletas.
Reposas más cómoda que de costumbre,
tu cabello descansa lacio sobre tu almohada
y tu cuerpo tranquilo respira sobre tu lecho
como si nada te preocupase; como si nada.
Tus ojos que se cierran al ritmo de tu alma,
al ritmo del palpitar de mis palabras
que poco a poco bajan hasta cerrarse
en un papel que permite todo; que todo permite.
¡Aprovecha mujer que con los ojos cerrados estoy!
Aprovecha y seamos uno, sin preocuparnos de nada
sin preocuparnos por nadie, sin abrir los ojos
pues estamos tan sólo tú y yo; aprovecha mujer.
Y róbame un beso, y róbame dos,
muerde mi labio, acaricia mi rostro
araña mi espalda, besa mi pecho
y dime que no es un sueño; aunque lo sea.
Sueña amor, sueña libre, sueña conmigo,
sueña ahora que puedes, ahora que duermes
con los ojos cerrados, con el corazón abierto
con el alma en la mano; conmigo a tu lado.
Corazón cuando despiertes no te olvides de mí,
no me digas nada, no me recuerdes
que fue un sueño, no me recuerdes
que no estaba contigo; porque yo estaba ahí.
Recuérdame contigo, recuérdame a tu lado,
recuérdame con una mirada de esas
que tanto me gustan, de esas
que tanto me llenan; de esas que enamoran.
Y si es posible nunca me despiertes,
porque no eres la única que sueña
no eres la única que vive al dormir
que sueña con vivir; que vive al soñar.
Días enteros con todas sus horas,
centímetros, metros y pulgadas nos separan.
Pero hay algo que nos une,
y ese algo son nuestras miradas.
Miradas que no dicen nada,
miradas que sólo ven
a través de los ojos, a través del alma,
y de tu sonrisa que no dejo de ver.
Miradas que gritan que me acerque,
miradas que preguntan quién eres
o qué quieres, o por qué no estás aquí,
miradas que susurran en tu oído
que me busques, que me llames,
miradas que no dicen nada.
Miradas que me recuerdan que
entre nosotros hay vidas enteras,
recuerdos y memorias a cada lado,
que no estorban, pero tampoco ayudan
a que más de cerca te pueda ver.
Miradas que nos unen,
sonrisas que me mantienen unido.
Alegrías escondidas,
y celosamente guardadas por ti.
Alegrías qué compartir
alegrías por vivir, alegrías que no nos dejan,
alegrías que se quedan y crecen.
Son miradas las que nos unen,
y sonrisas las que no me dejan ir,
pero qué puedo hacer contra mi voluntad
si lo que yo quiero es ver tu mirada
mientras me ves viéndote sonreír.
y no me veas con esos ojos que no voy para atrás.
Suspiros, no hay nada más,
te odio por dejarme entrar
lo he dicho antes
y lo repito de nueva cuenta,
afuera estaba tan bien, sin desearte,
sin amarte, sin soñarte;
afuera estaba tan bien.
¿Por qué dejé de sorprenderme?
Dime qué hice mal,
dime cuándo dejé de hacerlo.
Tan sólo era mi reflejo,
qué pasó con eso.
¿Qué pasó conmigo?
Dime qué hice mal,
dime cuándo dejé de hacerlo.
Tan sólo era mi reflejo,
qué pasó con eso.
¿Qué pasó conmigo?
¿Has olvidado que mi vida tenías en papel?
El fuego de tu indiferencia quemó mi vida
y ahora no me queda nada, más que este día.
Caí, sin ganas, sin fuerza,
sin deseos sin necesidades,
sin alegría, sin tristeza; sin amor
sin caricias, sin sexo
sin tu piel, sin café
sin vino, sin vida.
Sin muerte.
Caí sin ti.
Para todos esos momentos de gran alegría, de gran tristeza, para una conversación, para una fuerte discusión, para la familia, para los amigos, para la soledad. Una taza de café es lo que necesitas; si tienes hambre, si tienes sed, si sonríes o lloras, si estás cansada o agitada, si quieres morir, nacer o renacer; una taza de café cuando entristeces o cuando te alegras, una taza de café para antes del amor y por qué no, para después...también.
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