Sólo una enseñanza

Author: El Sexy / Etiquetas: , ,

En la esquina superior derecha de mi habitación, justo sobre mi espejo, vive una araña desde hace ya algún tiempo, hace unos meses comenzó a tejer su telaraña, una red perfecta que cubre totalmente aquella esquina. La he visto comer varias veces: hormigas, palomillas, pequeños gusanos e incluso arañas. El procedimiento siempre es el mismo: se esconde tras la parte más tupida de su trampa al ver a cualquier intruso acercarse a esa zona de la pared, cuando la presa está lo bastante cerca empieza a mover ligeramente su red hasta que el insecto, como hipnotizado se adhiere a la telaraña, hasta que se ve atrapada entre los hilos que la astuta araña ha dejado sin terminar de entrelazar; una vez que la victima está entre las hebras, la araña se acerca sigilosa hasta su presa, quien al verla inicia una extenuante e inútil lucha por liberarse. La araña disfruta al ver es espectáculo, pero nunca termina de ver el duelo del insecto, que más tarde devorará.

Pero esta noche fue distinto; al prender la luz en mi cuarto noté que una pequeña sombra jugueteaba alrededor del foco que colgaba del techo, no me preocupé por eso, ni siquiera intenté matarla o sacarla de mi habitación, di por hecho que la araña de aquella esquina superior derecha haría todo el trabajo sucio, apague la luz y traté de dormir pero el constante aleteo de aquella mosca no me permitía conciliar el sueño; gracias a la luz de la luna logré localizar a aquel insecto volador mientras se acercaba muy confiada y sin preocupación a los territorios de mi inquilina, sin pensarlo mucho deseé que la mosca muriera rápidamente, logré ver como la araña seguía su rutina de ataque, se escondió y movió la red, pero la mosca no caía en la trampa, pareciera que la araña perdiese la paciencia pues cada vez movía más rápido la telaraña. Por fin dos hilos alcanzaron las pequeñas alas de la mosca, entre más duro movía la red la araña veía más cercano el momento de cenar. Cuando la mosca se vio a sí misma sin salida, desistió de su lucha y se dio por vencida; la araña se acercó, la miró analizándola, pero se acercó más que de costumbre, la vio con desprecio y preguntó “¿acaso no piensas luchar?—la pequeña mosca no respondió—en ese caso dejaré que mueras aquí, tú sola” Ésta vez la mosca levantó la mirada y observó fijamente a la araña “¿No me comerás—la araña negó con la cabeza—no me matarás tú misma?” Enojada, la araña le arrancó el ala, después de hacer la misma pregunta, y recibir idéntica respuesta arrancó el ala sobrante y sujetando la araña a la mosca de las patas, descendieron hasta el suelo, “Ahora serás el hazme reír de todas las moscas y pasarás lo que te resta de vida avergonzada y sola; desearas haber muerto luchando honorablemente, pero ahora lo harás en el exilio” Y después de decir esto, la araña regresó a su esquina dejando a la mosca a su suerte.

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